(Gráfico animado pinchando sobre la imagen)
Los familiares de las víctimas ni se lo creen, ni se lo quieren creer y quieren pruebas contundentes de que no hay ningún superviviente. Quieren información. Quieren saber porqué sus seres queridos han terminado sus días en el hemisferio opuesto. Quieren saber qué ha pasado. Por qué. No hay respuestas, sólo el silencio del océano.
Durante estos días se han barajado diversas y variadas hipótesis: secuestro, suicidio, piratería, atentado, fallo mecánico.... Ninguna de ellas puede explicar cómo el Boeing 777 se estrelló a 10.000 kilómetros del aeropuerto de Pekín. Porqué cambió de rumbo y se dirigió hacia una amplia zona deshabitada, sin posibilidad de aterrizar: Porqué se cortaron las comunicaciones. Porqué voló en sentido contrario hasta agotar el combustible y porqué se estrelló. El último contacto con la aeronave fue con el copiloto, 40 minutos después del despegue: “Todo bien. Buenas noches”. Desde entonces, silencio.
Ahora comienza una carrera contrarreloj para localizar las cajas negras del avión. Estos dispositivos pueden explicar gran parte de lo que ocurrió en el Boeing antes de estrellarse. Graban las conversaciones de los pilotos, recogen los parámetros de vuelo y registran las incidencias que se hayan podido producir. Tienen unas balizas que emiten una señal durante 30 días para poder ser localizadas, luego se apagan. También es posible que esta señal no se ‘oiga’ porque se encuentran a gran profundidad. Hay que recordar que es ese punto del Océano la profundidad puede llegar a los 6.000 metros.
El referente más cercano que puede servir de referencia es el vuelo 447 de Air France Río de Janeiro-París (murieron 228 personas). Desde que se estrelló el día 1 de julio de 2009 en el Atlántico hasta que se encontraron las cajas negras, transcurrieron 23 meses.
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