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El precio del gasóleo vuelve a estar por las nubes. Como todos los inviernos, con la llegada del frío y la necesidad de calefacción, en el norte de Europa se dispara el consumo, la demanda y el precio del combustible.
Para una familia media ya no es rentable adquirir un vehículo diesel. Son más caros, consumen casi lo mismo (los motores de gasolina son casi igual de eficientes), el combustible cuesta más y además, son más contaminantes.
El coche eléctrico no se acaba de implantar: faltan puntos de recarga y su autonomía sigue siendo escasa. Tal vez una buena opción para estos tiempos de crisis, sea el vehículo alimentado con GLP (Gas Licuado del Petróleo). Actualmente existen en España unos 80 puntos de abastecimiento de autogás y unos 5.000 vehículos con este sistema. Son todavía cifras muy alejadas del resto de Europa, donde se estima que existen unos 35.000 puntos de recarga para casi ocho millones de vehículos con GLP. La proporción es abrumadora.
La empresa Repsol, que opera el 80% de las estaciones de GLP en España, ha diseñado un plan para fomentar el uso de GLP y destinará cinco millones de euros para poner 100 surtidores al año de este tipo de combustible.
¿Qué tiene de bueno el GLP? Por un lado, eliminaríamos en cierto grado la dependencia del petróleo. Contamina mucho menos que la gasolina o el diesel. Permite un ahorro medio por kilómetro superior al 20% y dota de más autonomía al vehículo, ya que cuenta con dos depósitos. Normalmente, la adquisición de este tipo de vehículos poco contaminantes suele estar subvencionada en parte por ayuntamientos y gobiernos autónomos. Y ahora con la reciente inauguración del gasoducto Nord Stream, Europa tiene casi asegurado el suministro de gas (ver entrada del día 9 de noviembre) con precios que fluctuarán poco.
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